viernes, 6 de agosto de 2010

El almuerzo de mi abuelito, 60 años después...








A principios de los años 50 del siglo pasado el sistema coronario de Don Rafael dio una señal muy inquietante sobre su estado general de salud, y ese roble erguido e inconmovible durante casi 80 años empezó a flaquear, primero tuvo que despedirse de su amada “Fotografía Rafael’ y poco a poco a despedirse de su familia y de la vida.

Por esos años yo tuve el privilegio de estar mucho tiempo en la casa de los abuelos, localizada en la calle Urabá, No 50A21, situada en él - en esa época - señorial Barrio de Prado, vecindario donde residían los “meros meros” de la parroquia!. A ella me dirigía casi todos los fines de semana y períodos más o menos largos durante las vacaciones; las razones para ello creo que eran poder disponer de una habitación para mi solo (en casa compartía la habitación con Horacio), estar muy cerca de los primos hijos de Rafael y Belén y de Alfonso y Margarita. Para esos años Ignacio y Amanda, que vivían casi al frente de la casa de Don Rafael y Doña Clementina, se habían “expatriado” con su familia y para siempre a Bogotá.

La casa de los abuelos era bien cómoda: zaguán de entrada, sala, comedor, terraza a la calle, 3 habitaciones grandes, 2 baños, recibo auxiliar, despensa, cocina, lavadero, zona de planchar y arreglo de ropas y habitación para el Servicio. En la parte central había un gran patio, bien soleado, lleno de azaleas siempre florecidas y un adminículo casero donde siempre había papaya, naranja, plátanos y pájaros que venían diariamente a solazarse con éste dulce banquete. Me parece también que en uno de los patios habitaba enjaulado un canario amarillo, que llenaba la casa con su canto. Los sábados en la mañana Merceditas amasaba, levaba en el patio el pan, los pansitos y los bizcochos; llenado la casa con ese rico olor a pan recién horneado!

Además de lo anterior, la casa contaba con una especie  de sótano, con puerta independiente hacia la calle, habilitado con una o dos sillas y una lápida de mármol perteneciente a la tumba de una de las hijas, creo que Lía, que había muerto muy pequeña hacía varios años. Este sótano era uno de los atractivos principales para que alguien pusiera a volar la imaginación, en compañía de los primos del vecindario.
A la vuelta de la casa y sobre la carrera Balboa quedaba la casa de Rafael y Belén, que se levantaba imponente en la mitad de la cuadra, entre la casa del Dr. Tulio Ospina Pérez y la casa de un Señor  Echavarría; contaba con una gran fachada de grano gris, entrada realzada a la calle, adyacente a un gran patio cuadrado de piso de  piedra que también iluminaba a la sala y un garaje donde el tío guardaba su inmenso carro Buick verde.

Tras la puerta de entrada empezaba una amplia escalera con brillantes pisos de madera que conducía al piso superior. En lo que podríamos llamar la planta baja había: Sala principal y comedor con terraza a otro patio, sala auxiliar o de recibo, enfermería (sic), baño para los huéspedes, sala de ropas y plancha, despensa y cocina. Más atrás la zona de servicio, que contaba con un amplio espacio para lavar ropa y plancharla y una gran habitación para las personas que servían en la casa, un piso más bajo había un patio de Ropas, de un tamaño similar o inclusive más grande que el de adelante, en medio del cual había un árbol inmenso y en el que al sol se secaba la ropa recién lavada. Este piso también contaba con una sótano inmenso que contribuía al trabajo de ponernos volar la imaginación.

En el segundo piso había una especie de sala o estadero, presidido por una importante radiola Scott, una habitación grande llamada la “oficina” con una gran mesa para desplegar planos, habitaciones grandes para el matrimonio y para Rocío, compartida para Juan Guillermo y Mauricio e individual para Jaime y dos baños completos. Entiendo que la casa existe, si alguna vez pasan por la carrera Balboa entre  Urabá y Moore, admírenla, creo que vale la pena presenciar lo que construyó el mayor de nuestros tíos e hijo dilecto de los Abuelos.

Jaime, Juan Guillermo y Mauricio fueron los primos más cercanos que tuve en la niñez y la juventud, con ellos compartí ilusiones, ideas, locuras, obras de teatro, espectáculos de magia y muchas cosas más que ahora que lo pienso seguramente ponían bastante incómodos a los abuelos y tíos, que nos soportaban con una paciencia franciscana.

La casa de los abuelos quedaba en falda, donde los fines de semana y en la calle, entre los primos que visitábamos la casa jugábamos intensos partidos de futbol y oíamos frecuentemente el clamor de “cuidado con los carros”, afortunadamente nunca pasó nada. Como cosa curiosa, los partidos los ganaban los que jugaban hacia abajo, los que nos tocaba repechar la falda creo que nunca ganamos ninguno!

Después de éste largo circunloquio llego al tema de hoy.

Durante varios años y después de señal que le llegó respecto a su salud, don Rafael almorzaba diariamente e invariablemente arroz flojo acompañado con carne en polvo – la forma de hacerlos la explica con cierto detalle Doña Sofía Ospina de Navarro en su libro “La Buena Mesa” –; como postre tomaba una generosa porción de gelatina Royal de frambuesa o de cereza, servida en una fuente transparente de vidrio. En eso años yo todavía no era muy exigente respecto a la comida, pero recuerdo que pensaba: “que aburrido para el abuelito comer igual todos los días”

Esta semana para acompañar la quietud en que me tiene sumido el principio de neumonía que tengo de  visita, me puse a pensar en esta etapa de la vida de Don Rafael, ocurrida hace unos 60 años, decidí  rehacer su dieta por un día. Les confieso que me pareció bastante buena!

4 comentarios:

  1. ¡Qué memoria maravillosa! Eso me hice acordar que quien aplanchaba donde Belén se llamaba Raquel, y que en la casa de Papá Rafael la primera alcoba entrando a la izquierda era de Merceditas, y la que más me gustaba, la del patio, de Alberto, donde oí por primera vez LA SINFONIA INCONCLUSA, DE Schubert, en disco de pasta, en radiolita traida de la USA. éL ME dejaba oírlos, y hablo de los años 46, 47.

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  2. Dos temas: te acordás que tocaron por la Radio el día que terminó la segunda guerra mundial? creo que fue la sinfonía del nuevo mundo; el segundo poco después de Alberto regresar a Colombia, vino a visitarlo su compañero de Universidad en Yale: Gary Power. Un día le dieron dulce de durazno, no regresó la fruta al plato y MamáTina y Merceditas se quedaron confundidas pensando que se la había tragado....

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  3. "Yo recuerdo que Jaime tenía una bicicleta, triciclo, de contrapedal. Maravillosa, muy deseada por mí, y como en la casa no había como comprarla...
    Alguna vez Jaime me la prestó para montar, por primera vez, en tan deseado triciclo de cadena.
    Pues ensayé aprender por la falda de Urabá. Imaginen la ventaja que me cogió la bicicleta, no sabía manejar con el contrapedal, y terminé con dientes y boca reventada, y juguete rayado...
    ¡Qué dolor!
    "

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  4. ¿Yo cómo me estaba perdiendo esto?
    Que casas tan bonitas! y uno encerrado en apartaestudio y los bisabuelos con patio interior soleado! qué envidia!!!

    Cómo siguió tu neumonía? En la casa de Luis y Myriam según cuenta mi papá, también daban todos los días fríjoles... me parece increíblemente jarta esa dieta!

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