domingo, 20 de febrero de 2011

Mendoza, tierra encantada




Los vinos llegaron a nuestra tierra para quedarse, primero llegaron los franceses, españoles, italianos, portugueses y alemanes, después los chilenos y californianos, a continuación los argentinos y últimamente los sur africanos, uruguayos, australianos y neozelandeses.
A un consumidor común lo podrían asaltar fácilmente algunas dudas: ¿y como es que se hace el vino, porque hay unos más caros que otros, si todos provienen de uvas blancas o negras?. Estas y otras preguntas más complejas son respondidas fácilmente si se hacen a un sommelier o un enólogo o mejor aún visitando una zona vitivinícola y conversando con los responsables de una bodega.
Hoy espero poder contarle a los lectores como llegar hasta la zona vitivinícola por excelencia en Argentina: Mendoza, visitar algunas de sus bodegas emblemáticas, disfrutar de su proverbial hospitalidad, de sus vinos y de su gastronomía. El viaje que les comentaré lo hice hace algunos años a partir de Buenos Aires.
Para llegar desde Medellín a Mendoza hay dos opciones principales: vía Buenos Aires o vía Santiago, quedando más cerca esta última, con el atractivo adicional que si la última jornada se hace por tierra se podrá disfrutar del majestuoso cruce de la cordillera, pasando entre valles nevados muy cerca de la montaña más alta de América: el Aconcagua. Entre ambas ciudades existe buen servicio de buses, lo mismo que vuelos diarios. A partir de Buenos Aires se podrá realizar el viaje por vía aérea o por tierra, en éste último caso bien podría ser en bus o en auto arrendado.
El área metropolitana de Mendoza cuenta con unos 800.000 habitantes, está compuesta por los municipios de Mendoza (Capital), Guaymallén, Godoy Cruz, Maipú, Luján de Cuyo y Las Heras; la Capital tiene aproximadamente 120 mil habitantes, está cruzada por amplias avenidas y calles con bellos parques intercalados; son típicas las acequias que riegan constantemente las raíces de la gran cantidad de árboles que adornan la ciudad protegiéndola del inclemente sol de verano. Mendoza está localizada en una zona desértica que gracias al manejo del aguas de deshielo y a las obras de irrigación realizadas por los inmigrantes europeos se convirtió en un oasis.
Cuenta, gracias al auge turístico de los últimos años, con una muy buena estructura hotelera con establecimientos de primer nivel como el Park Hyatt, el Sheraton, el Intercontinental y el nh, con hoteles boutique, y otros de menor postín y galoneados con menos estrellas pero que también ofrecen a sus huéspedes servicios de buena categoría; el visitante en todos ellos será atendido con la proverbial y bien conocida amabilidad mendocina. Una visita a http://www.turismo.mendoza.gov.ar dará al lector información adicional sobre la oferta de hotelería, sus comodidades, costos, etc.
Cada vez que llego a una ciudad que no conozco voy a su plaza de mercado, para tener la oportunidad de apreciar la oferta y calidad de productos de la zona. En Mendoza se llama Mercado Central y está localizado a unas cinco cuadras de la plaza principal (General Paz 262). Todo lo que se ve es apetitoso e invita a ser comprado, personalmente los que más me interesaron fueron los puestos que venden productos dulces y frutas envasadas en su almíbar, aceite de oliva de primera presión y una fiambrería y quesería de productos artesanales (Torrent) donde todo lo que se ve despierta el apetito. Una buena opción es hacerse a una variedad de jamones, salames y quesos variados para hacer una picada, la que se podrá acompañar con un buen Malbec y pan fresco.
Otro lugar imperdible y poco turístico es la confitería 9 de Julio (Garibaldi 31), cuya especialidad son los panes regionales de grasa y sus sándwiches de miga envueltos individualmente en papel engrasado y que pueden tener hasta tres capas (jamón, queso, huevo duro, sardinas, atún, aceitunas, etc.); para mí, estos sándwiches son uno de los mejores “inventos” argentinos.
Si de comer se trata y se quiere disfrutar de la gastronomía local habrá que buscar un sitio donde se empiece con las afamadas empanadas mendocinas, se continué con chivito de Malargüe asado a en cruz, y se termine con queso de cabra acompañado con alguno de los dulces regionales. El Malbec será el acompañante para estas exquisiteces. Si se anda en busca de restaurantes específicos dos buenas opciones son el restaurante 1884 de Francis Mallmann (anexo a la bodega Escorihuela) o el restaurante italiano tradicional de Mendoza: La Marchighiana (Patricias Mendocinas 1550).
Dos de las bodegas principales localizadas muy cerca de la capital, cuentan también con restaurante adjunto a sus instalaciones, siendo necesario reservar previamente para coordinar la visita: Familia Zuchardi (http://www.casadelvisitante.com.ar/esp/casa_del_visitante_es.html o llamando al 0261- 441 0000); y Bodegas Lagarde (http://www.lagarde.com.ar). También puede ser interesante visitar solo bodegas, sugiero hacerlo a las bodegas Alta Vista (http://www.altavistawines.com/ teléfono 0261 496b46 84), que además produce Aceite de Oliva de muy alta calidad o las bodegas La Rural (http://www.bodegalarural.com.ar Montecaseros 2625, Coquimbito, Maipú), una de las bodegas más antiguas y que ofrece además la posibilidad de conocer su encantador museo con herramientas y maquinarias relacionadas con la vitivinicultura.
Para terminar sugiero visitar al Valle de Uco, localizado a unos 100 kilómetros al sur de la capital. Sus favorables condiciones climáticas han promovido en los últimos años un gran desarrollo para la vitivinicultura, en esta zona Bodegas Salentein dispone de una acogedora, confortable y hermosa posada (http://www.bodegassalentein.com) donde es posible alojar, además de disfrutar de sus servicios de restaurante; muy cerca se encuentra la bodega española O. Fournier (http://www.ofournier.com). Ambas tienen instalaciones de última generación y producen vinos excelentes.
En cada bodega se podrá catar algunos de los vinos de la casa (varietales o de corte), blancos, tintos o rosados y se tendrá la oportunidad de aclarar con los expertos las dudas y preguntas no resueltas sobre el fascinante mundo del vino. Me parece que es una experiencia que bien vale la pena ser vivida!.
Los sitios que he sugerido visitar obedecen a mi gusto personal, Mendoza ofrece incontables opciones para satisfacer todos los gustos y bolsillos.
Buenos Aires, Enero de 2011.

jueves, 10 de febrero de 2011

Dulce de brevas en Buenos AIres

Un día de esta semana, cuando pasé frente a la verdulería, observé una caja llena de higos (brevas en colombiano), estaban bien maduras y listas para acompañar un buen jamón crudo. Pero viéndolas se me vino a la mente la posibilidad de cumplir un deseo instisfecho durante muchos años: hacer un dulce de brevas como el que hacía María hace muchos años en nuestra casa de Laureles.
Recordando los ingredientes me encontré con la novedad que en Buenos Aires no se encuentra - que yo sepa - dulce de panela. Y me dije: "lo hago con azúcar morena" y veamos como queda.
Dicho y hecho, compré una caja con 24 brevas, medio kilo de azúcar y unos limones.
Cuando llegué a casa exprimí algunos de los limones para sacarles su jugo, le agregué agua y llevé la mezcla a una vasija, a cada breva le hice un corte en cruz en su base, le corté el pezón y la llevé a la vasija. Dejé reposar todo media hora.
A continuación pasé las brevas a una olla, las cubrí con agua fresca, agregué el azúcar morena y puse todo a cocinar; cuando el agua empezó a hervir bajé el fuego al mínimo y dejé que todo hirviera lentamente durante tres horas, al cabo de ese tiempo ví que el almibar todavía no estaba en su punto. Seguí cocinando, un poco más tarde agregué a la cocción tres clavos de olor y una rama de canela. Una hora después el dulce estaba listo.
Cuando enfrío puse un poco en un plato, corté una tajada delgada de queso fresco y lo ensayé. En unos segundos volvió a mi memoria el glorioso sabor del dulce de brevas que se hacía en la casa de Laureles.
Dos días después vinieron unos amigos argentinos a cenar en casa. Terminamos la comida con el dulce de brevas y el queso fresco. La cara de satisfacción de los comensales y los ¡ah! de exclamación más que compensaron las cinco horas que se había tomado la hechura de este manjar de dioses.